Con llanto y con toda la impotencia encima. Así se despidió Uruguay de la Copa del Mundo.
Hasta el final estuvo al borde de la cornisa, pero del lado de adentro, del lado de los octavos de final, en donde ya parecía titilar el cartelito con el clásico Brasil-Uruguay.
Pero no. Corea del Sur hizo un gol sobre la hora, le ganó a Portugal y por diferencia de gol quedó en el segundo escalón del grupo.
Si Uruguay convertía otro tanto, se clasificaba. Y se fue encima de los ghaneses, pero ya en el final del encuentro lo hizo con desesperación, sin orden, con la vista nublada. Y no pudo.
En aquellos dos primeros partidos, ante Corea del Sur y frente a Portugal, Uruguay pareció jugar con el freno de mano puesto.
Y sobre todo en el debut frente al conjunto asíatico dejó pasar una oportunidad grande de cosechar tres puntos. Ahí Uruguay empezó a peder terrreno. Aunque la angustia por cómo se dio el desenlace no se la sacará así nomás.