Histriónico y provocador, con mundo pero sobre todo con barrio, con mucho barrio, Oscar Natalio Bonavena, Ringo, cumpliría ocho décadas de vida este 25 de septiembre.
Acaso sin proponérselo, a cada paso en su vida le puso un manojo de palabras que quedaron grabadas como sentencias milenarias.
“Dios me hizo boxeador. Bueno, yo digo Dios como puedo decir mi mamá. A Dios no lo conozco. A mi mamá sí y es lo más grande que hay”.
Hijo de doña María Dominga Grillo (lavandera y planchadora) y Vicente Bonavena (conductor de tranvía), “Titi” vivió en la calle Gibson y se crió en Treinta y Tres Orientales al 2100, en Parque de los Patricios.
“¿Cuántos hermanos somos? Ocho vivos y yo, que soy el único que trabaja”.
En 1963 participó en los Juegos Panamericanos de San Pablo y fue descalificado por morderle el pecho a Lee Carr. La Federación Argentina de Boxeo lo suspendió por un año.
Fanático de Huracán, a los golpes se ganó el boleto a la fama. Debutó como profesional el 3 de enero de 1964 en el Madison Square Garden, en Nueva York, ante Lou Hicks (cobró 80 dólares), y así inició una racha de nueve victorias en los Estados Unidos.
En 1965 obtuvo el título argentino de peso pesado ante el mítico Gregorio Peralta. Fue un acontecimiento nacional con 25 mil personas en el Luna Park. Entonces nació el canto del pueblo: “Somos del barrio, del barrio de la Quema, somos del barrio de Ringo Bonavena…”
Tenía pie plano y era zurdo, escribía con la izquierda; pero peleaba como derecho, con la zurda en punta.
Peleó contra gigantes como Joe Frazier (dos veces; en la primera, en 1966, tuvo un desempeño fantástico y sintió que ganó, como sostiene en el video que acompaña este artículo) y el mismísimo Muhammad Ali (el 7 de diciembre de 1970, en el Madison), del que absorbió la manera de venderse, el marketing a pulmón.
Le dijo de todo antes de combatir; lo descalificó por su color de piel, porque no había ido a Vietnam… Pero después de caer ante el boxeador más grande de todos los tiempos, ahí arriba del ring le señaló: “Perdón que te dije gallina, sos un gran campeón”.
“Cuando suena la campana, te sacan el banquito y uno se queda solo”.
La transmisión de aquella pelea de Bonavena con Ali por Canal 13 tuvo un rating de 79,3 puntos, una marca récord que en Argentina sólo fue superada por los 81 puntos que Canal 7 alcanzó el 3 de julio de 1990 cuando Argentina venció a Italia en la semifinal del Mundial.
Actuó con Pepe Biondi en televisión y en teatro de revistas con Zulma Faiad. Grabó, junto al grupo uruguayo Los Shakers, la canción Pío Pío Pa.
Fue Ringo porque en Nueva York coincidió con una gira de Los Beatles, en la que grabaron en el Rockefeller Center. Una mujer lo confundió en la calle con Ringo Starr, según contó alguna vez, y le encantó que lo llamaran así. “Díganme Ringo” es el nombre de la biografía escrita por el periodista Ezequiel Fernández Moores.
Protagonizó 68 peleas: ganó 57 (13 por puntos y 44 por nocaut), empató una y perdió 9 (seis por puntos, 2 por descalificación y 1 sola antes del límite). Aprendió más, mucho más, en la calle que en la escuela, en donde estudió hasta sexto grado.
“De tanto repetir casi me caso con la maestra”.
Besó la lona de la vida el 22 de mayo de 1976, cuando lo mataron en el Mustang Ranch, aquel prostíbulo de Reno, Nevada, propiedad de su manager Joe Conforte, de sólidos vínculos con la mafia de San Francisco y la familia Bonanno de Nueva York, con quien Ringo tenía una relación volcánica.
Conforte no sabía mucho de boxeo, le prometió peleas que no concretó, y le pasó la tutela de Bonavena a su esposa Sally, una mujer de 65 años, casi 30 más que el argentino. Conforte y Sally estaban separados pero eran socios. Sally y Bonavena se hicieron amigos. Conforte no quería que Ringo se metiera en sus negocios. Bonavena no tenía pelos en la lengua, sus modos nunca cobijaron eufemismos.
Una noche Ringo recibió una advertencia: le incendiaron el trailer en el que vivía y tenía todas sus pertenencias, incluido su pasaporte. Hasta que, en medio de una nueva discusión de madrugada, Ross Brymer, guardaespaldas de Conforte, lo asesinó.
“La experiencia es un peine que te da la vida cuando te quedaste pelado”.
Lo velaron en el Luna Park. La multitud lo acompañó hasta el cementerio de la Chacarita a pesar del estado de sitio. A pesar de aquella oscuridad llamada dictadura.