Fines de los 80 es recordado como una época que se vivió con angustia. El aumento descontrolado de los precios y la fuerte desvalorización de la moneda generó caos y desesperación.
Economistas señalan que el índice inflacionario mensual debe ser del 50% o más para ser considerado un proceso hiperinflacionario. Entre febrero y julio de 1989 el valor de un litro de leche podía variar de un día para el otro o a lo largo de un mismo día. La inflación llegó a rozar el 200% mensual en el pico de la crisis.
El primer gobierno democrático, liderado por Raúl Alfonsín asumió en un contexto económico nada fácil. La dictadura había dejado un país endeudado y un ritmo inflacionario en aumento. La ruptura de la confianza con organismos internacionales de crédito como el Banco Mundial, sumado a presiones internas y al descredito del Ejecutivo tras perder las elecciones dieron pie a un proceso inflacionario que tuvo consecuencias terribles.
El poder de compra de los salarios se vio muy deteriorado, aumentó el desempleo y la pobreza.
La hiperinflación es considerada un proceso disciplinador en términos sociales. El aumento constante de los precios y la devaluación generaron pánico en una sociedad que no podía planificar su vida cotidiana. La siguiente década estuvo signada por el liberalismo.