La fecha electoral más importante de las primarias en los Estados Unidos, en la que 15 estados y un territorio eligen simultáneamente a sus candidatos para las nominaciones presidenciales de republicanos y demócratas, consolidó lo que parece inevitable: la reedición, en noviembre de este año, de la contienda electoral entre Donald Trump y Joe Biden, siendo la primera vez que dos candidatos a la Casa Blanca vuelven a enfrentarse por segunda vez en una elección desde 1956.
Trump logró sacarse de encima a la única rival que había quedado en pie en la interna republicana, la ex gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley. Al capturar la mayoría de los 874 delegados en juego en el Súpermartes, con victorias en 14 de los 15 estados, Trump alcanzó ya un total de 1025 representantes y quedó muy cerca del número de 1215 que requiere la nominación republicana. Con estos resultados, Haley no tuvo otra opción que anunciar su retirada de la contienda.
Sin embargo, cumplió uno de sus objetivos: advertir, en cada acto de campaña a lo largo del país, sobre el riesgo para los republicanos de perder no solo la casa Blanca sino también ambas cámaras del Congreso en caso de volver a nominar a Trump.
El mensaje de Haley, que obtuvo buenos resultados en suburbios y ciudades universitarias, resuena en un sector de los republicanos que rechaza a Trump, entre otras cosas, por los 91 delitos repartidos en varias causas por los que está siendo juzgado, y que podrían resultar en una eventual condena a prisión, más allá de que de acuerdo a las leyes estadounidenses, esto no le impediría ser presidente. Esos rechazos republicanos, si bien no ponen en riesgo su nominación, podrían sin embargo restarle votos frente a Biden en noviembre.
Joe Biden también enfrenta resistencias dentro del Partido Demócrata, en particular por su apoyo sin reparos a la ofensiva de Israel en Gaza y las crecientes cifras de civiles palestinos asesinados en el conflicto. Esas críticas encontraron un modo de expresarse en las primarias demócratas a través de lo que se denomina “voto no comprometido”, es decir, el voto por delegados a la Convención Nacional Demócrata que no están alineados con Biden.
Los activistas progresistas detrás de esta campaña tuvieron un primer éxito en la primaria de Michigan, donde 100 mil demócratas optaron por esta modalidad de voto, lo que equivale a dos delegados. El impacto fue tan fuerte que después de la primaria de Michigan, Biden, aunque no mencionó el tema, anunció el lanzamiento aéreo de alimentos y medicamentos para los palestinos en Gaza, en un intento de disipar esas críticas. Sin embargo, en varios estados donde se votó durante el Súpermartes, otros 250 mil demócratas optaron por “votos no comprometidos”.
En rigor, según las encuestas, una mayoría de los estadounidenses están disconformes con los dos candidatos, y la avanzada edad de ambos, 81 años en el caso de Biden y 77 en el de Trump, es vista como un problema para gobernar el país por los próximos cuatro años.
Con las nominaciones prácticamente cerradas en ambos partidos, y a pesar de la baja aprobación que ostentan los candidatos en un país cada vez más polarizado, serán la inflación postpandemia, la crisis migratoria, la continuidad del derecho al aborto y los apoyos a Ucrania e Israel los temas que podrían terminar de definir la carrera a la Casa Blanca.