Ciudad Juárez / El Paso

El desierto y un río seco marcan el límite entre dos mundos: de un lado Estados Unidos, del otro México, un país asolado por los cárteles de droga, la violencia y los femicidios.

El desierto y un río seco marcan el límite entre dos mundos: de un lado el próspero Estados Unidos, del otro México, un país casi sin Estado. Del lado mexicano, Juárez. La ciudad fue históricamente el prostíbulo y el casino de los soldados norteamericanos destinados a la base militar de Fort Bliss, en Texas. Juárez es un territorio fronterizo marcado por el contrabando, la narcocultura y el crimen organizado. Ciudad violenta, registra miles de homicidios, secuestros y extorsiones al año. Del lado norteamericano, en El Paso, la vida es diferente. El sueño de un estándar de vida americano es posible, pero sólo para para los norteamericanos. Los inmigrantes suelen tener empleos precarios en el área de los servicios, la gastronomía o la economía informal.

Son 3200 kilómetros de frontera, a lo largo de los cuales se distribuyen 29 pasos fronterizos. Cada año, unos 10 millones de migrantes indocumentados provenientes de México, Guatemala, Honduras y El Salvador intentan el cruce. Los controles son exhaustivos. Además de la presencia de guardias, cada auto es escaneado. Fuera del centro urbano, una valla separa a los países. La ruta del migrante centroamericano es un infierno. En el camino se ven acechados por las maras, los policías, los traficantes, los secuestradores. A quienes logran cruzar, en Estados Unidos les espera un futuro difícil. En Estados Unidos viven 11 millones de indocumentados, siempre con la amenaza de deportación sobre sus espaldas.

Durante años el Partido Republicano de Estados Unidos se opuso a aprobar una reforma migratoria que proteja a los millones de indocumentados. Recientemente el candidato conservador Donald Trump propuso realizar un muro que selle definitivamente la frontera sur del país con México. En 2014 el Presidente Obama dictó un decreto para proteger de la deportación a los inmigrantes que llevaran más de cinco años viviendo en el país. La amnistía alcanzaba a 5 millones de personas, pero un tribunal de Texas presentó una cautelar para suspender la medida.

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobierna México desde siempre. A comienzos de los `90, con Salinas de Gortari en la presidencia, México abrazó el neoliberalismo y, entre otras medidas, firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA). Desregulados, invadidos de productos importados y con las empresas privatizadas, los estados fronterizos quedaron en manos de los cárteles de la droga y el crimen organizado. El caso de los 43 estudiantes secuestrados y asesinados en Ayotzinapa, y la altísima tasa de femicidios, son muestras de la violenta realidad de la frontera norte de México. Entre 2008 y 2011, 700 mujeres fueron asesinadas crímenes de género.

En 2006 el Gobierno Federal le declaró la guerra al crimen organizado. Pero las Fuerzas Armadas se enfocaron más en reprimir la protesta social y no tardaron en ser parte de las redes mafiosas. Los cárteles de la droga, que tienen enormes estructuras y gran poder de organización, han logrado imponer sus condiciones durante demasiado tiempo. México se merece otro presente, pero el camino hacia la pacificación será largo y complejo.