Al compás de una melodía, el Tango, casi involuntariamente comenzó a mover los pies, inventó el abrazo y se convirtió en baile, en un encuentro fugaz y profundo entre dos cuerpos. Se transformó en un lenguaje personal para un idioma universal.
Cuando pensamos en el tango bailado de los ’60 años, la figura de Juan Carlos Copes aparece como un icono. Es el bailarín del siglo, ya que no solo baila, sino que mira, estudia, aprende y después inventa coreografías y pasos. Pone al tango en un escenario como un verdadero show. Para conocer más sobre este baile, dialogamos con dos grandes bailarines: Milena Plebs y Miguel Ángel Zotto.
A comienzo del siglo XX, en sus inicios, los porteños bailaban un tango de corte y quebrada, en los conventillos, salones y hasta en sus casas. Algunos años más tarde, ya con la presencia de las grandes orquestas, el tango se enalteció y por aquel tiempo, la gente comenzó a pensar que esta pasión, ya era más parecida a la opera, un espectáculo para ver y escuchar, que para bailar.
Sin embargo, el baile siguió siendo un fenómenos masivo. Incluso en nuestros días. Todos bailan, la clase media y los obreros en los clubes, la clase alta en el cabaret. Para los músicos y poetas del tango, la premisa es clara: las orquestas y sus cantores tocan y cantan un repertorio para bailar
Bailar tango, no es más ni menos una metáfora del amor.