Política

Bombardeo a la Plaza de Mayo: una masacre invisibilizada

Los escuadrones navales sobrevolaron el centro porteño descargando 14 toneladas de bombas y ametrallaron a la población civil desarmada en la Plaza de Mayo. Hubo más de 400 muertos y 2.000 civiles heridos.

El mediodía del 16 de Junio de 1955 hizo su horroroso bautismo de fuego la aviación de la Marina Argentina.
Pocas veces en la historia mundial miembros de las Fuerzas Armadas de un país, con la complicidad de sectores políticos y eclesiásticos, descargaron sus bombas y ametrallaron a la población civil como forma de instaurar el terror e intentar tomar el poder. En toda la historia argentina, a su vez, jamás una ciudad fue objeto de un bombardeo por parte de fuerzas extranjeras.

El objetivo fue asesinar al presidente Juan Domingo Perón. El ataque dejó más de 400 muertos, otras fuentes hablan de 700. Las cifras nunca pudieron ser confirmadas. El dato escalofriante es que hubo más víctimas fatales que, en el Bombardeo a Guernica, durante la Guerra Civil española.
Además, provocó 2.000 heridos, entre ellos mujeres y niños. Casi un centenar, quedaron lisiados para el resto de su vida. Meses después de la masacre, un golpe de estado cívico militar derrocó al presidente Perón.

Una masacre aberrante que quedó impune y por la que nadie jamás pidió perdón. Los aviones de guerra llevaban dibujados en su fuselaje la insignia “Cristo Vence”.

Este fue el inicio de uno de los tiempos más oscuro en la Argentina que marcó el comienzo de la persecución violenta al peronismo, el movimiento popular más grande de nuestro país.

El peronismo meses antes había ganado las elecciones que eligieron vicepresidente en reemplazo del fallecido Hortensio Quijano. El Gobierno estaba empeñado en obtener una masa crítica que enfrentara a sus opositores encarnados en un frente que crecía y se movilizaba. Amplios sectores de la UCR, el Partido Socialista, la Iglesia Católica, la Sociedad Rural, y gran parte de las Fuerzas Armadas, principalmente la Marina estaban dispuestos a todo por derrocar a Perón.

En una de las primeras andanadas, una bomba impactó a un trolebús lleno de pasajeros, fue el inicio de una salvaje matanza de civiles. El objetivo era amedrentar a todos aquellos que quisieran mostrar apoyo al gobierno.

Como prueba de que los civiles fueron también el objetivo, sólo doce de las más de cuatrocientas víctimas mortales se encontraban dentro de la Casa de Gobierno, en la que impactaron veintinueve bombas, de las cuales seis no estallaron.

La gran mayoría de las bombas y los proyectiles de grueso calibre disparados desde los aviones y también por los infantes de Marina que intentaron asaltar la Casa Rosada estuvieron dirigidos a la población.

Perón se refugió en los subsuelos del edificio Libertador, la sede del Comando en Jefe del Ejército y logró salvar su vida. La CGT movilizó columnas a la Plaza y los terroristas realizaron tres ataques más, con los civiles como objetivo de sus bombas.

Más de trescientos civiles armados (autodenominados “comandos civiles”) intervinieron en acciones colaterales como la ocupación de Radio Mitre, a través de la cual se lanzó una proclama que dio a Perón por muerto.

El bombardeo que duró más de cinco horas finalizó a las 17.40. Los asesinos huyeron a Uruguay, donde fueron recibidos por el presidente Luis Batlle, que les dio asilo político.

Las tropas del Ejército leales a Perón controlaron el levantamiento por la tarde, lograron la rendición de los sublevados en el Ministerio de Marina, donde habían sido rodeados.

El propósito de la conjura, tras asesinar al presidente de la Nación, era instaurar un triunvirato civil integrado por Miguel Ángel Zavala Ortiz (dirigente de la UCR), Américo Ghioldi (dirigente del Partido Socialista) y Adolfo Vicchi (del Partido Conservador).

Esa noche, Perón brindó un discurso intentando pacificar la situación, además ordenó la formación de un consejo de guerra contra los golpistas. Entre los acusados estaba un joven teniente de navío: Emilio Eduardo Massera, el mismo que en 1976, ya como almirante, integró la junta militar que protagonizó la dictadura más sangrienta de la historia Argentina. Manifestantes oficialistas, en tanto, ganaron las calles por la noche y quemaron la Catedral Metropolitana y diez iglesias más en el centro de Buenos Aires.

La relación entre la masacre de junio de 1955 y la última dictadura son evidentes, no sólo desde un punto de vista ideológico, sino también por algunos de sus protagonistas: los tres ayudantes del ministro de Marina, contralmirante Olivieri, máxima autoridad militar de los conspiradores, eran los capitanes de fragata Emilio Eduardo Massera, Horacio Mayorga y Oscar Montes.

Massera fue miembro de la Junta Militar que asaltó el poder en marzo de 1976; Mayorga estuvo involucrado en la Masacre de Trelew, en la que se asesinó a sangre fría a diecinueve prisioneros en la Base Almirante Zar de esa ciudad el 22 de agosto de 1972; y Montes se desempeñó como Canciller y como titular de la Fuerza de Tareas 3 de la Armada, y como tal fue jefe de la ESMA, durante la última dictadura cívico-militar.

Muchos de los responsables del Bombardeo se refugiaron en Uruguay una vez fracasado el intento de golpe. En el país vecino fueron recibidos por el capitán Carlos Guillermo Suárez Mason, prófugo de la Justicia argentina por su participación en un levantamiento militar contra el presidente Perón en septiembre de 1951.

En tiempos de la última dictadura, Suárez Mason sería comandante del Primer Cuerpo de Ejército y máximo responsable de la represión en esa jurisdicción militar. Además, varios de los pilotos y tripulantes de aviones que escaparon del país fueron más tarde acusados por delitos de lesa humanidad durante la última dictadura cívico-militar, poniendo de relieve los vínculos entre los golpistas y criminales de 1955 y los de 1976.

Durante décadas, el Bombardeo a Plaza de Mayo permaneció como un hecho olvidado de la historia argentina. Recién en 2005, por iniciativa del Presidente Néstor Kirchner, la Secretaría de Derechos Humanos inició una investigación sobre el ataque del 16 de junio de 1955. Luego, en 2008, durante el mandato inicial de Cristina Fernández de Kirchner, se inauguró el primer monumento oficial en homenaje a las víctimas del Bombardeo, ubicado en las inmediaciones de la Plaza de Mayo.

Un año después se sancionó la ley 26.564, que otorgó el derecho a percibir indemnizaciones a las víctimas del ataque. En el marco de estas políticas, al cumplirse el 55vo aniversario del hecho el Archivo Nacional de la Memoria publicó una investigación histórica que reconstruyó lo ocurrido durante el Bombardeo y realizó entrevistas a sobrevivientes y otros protagonistas de la jornada de junio de 1955.