Argentina entró por la puerta grande en los octavos de final. A no dudarlo.
Polonia fue apenas un partenaire del equipo de Scaloni.
Después de aquel debut para el olvido ante Arabia, la Selección se había puesto de pie en el segundo tiempo contra México. Y Polonia vivió en carne propia lo que es un auténtico candidato.
El sábado Argentina jugará con Australia, a partir de las 16, por un lugar en cuartos de final.
El seleccionado volvió a las fuentes, como había reclamado el propio Lionel Messi después de la caída ante los árabes. Y más allá de los cuatro cambios que metió Lionel Scaloni para jugar de arranque contra Lewandowski y compañía, lo que cambió fue la postura colectiva.
Argentina ganó el partido con autoridad. Se impuso en el juego de punta a punta. Casi ni tocó la pelota Dibu Martínez, el fondo no sufrió sobresaltos, en el medio el equipo de Scaloni se adueñó de la pelota y no la soltó más, y adelante incluso se quedó corto en el resultado después de tantas situaciones de gol que generó.
El estadio 974, el que está a cien metros del mar, el que está formado por 974 contenedores y que después del Mundial será desarmado (por eso no tiene aire acondicionado), el mismo que lleva el número del prefijo internacional para llamadas a Qatar, fue el escenario de esta nueva escala camino a los octavos de final.
Y se trató, en síntesis, de la mejor versión del equipo nacional. Aquellas dudas que nacían del juego aéreo polaco se desvanecieron enseguida.
La Selección es el segundo equipo más bajo del Mundial con un promedio de 1.78 metros, mientras que Polonia es el séptimo más alto (1.84). Pero ni se notó. Se jugó por abajo, como quiso Argentina.
Y los goles de Alexis Mac Allister y Julián Álvarez llegaron por decantación luego de tanto dominio.
En el primer tiempo le habían atajado un penal a Messi. Pero aquello quedó pronto en el olvido. Polonia nunca inquietó. Y hasta pudo quedar eliminado tras haber llegado primero a la tercera fecha. Al fin y al cabo, se metió en octavos por la puerta de atrás.