El 20 de noviembre de 1972, Perón se reunía con referentes políticos, gremiales y empresarios en el restaurante Nino, ubicado en Av. Del Libertador al 1.200.
Según el general, 30 partidos políticos participaron de aquella “asamblea representativa de todo el sector cívico y político del país”.
“Hemos llegado a coincidencias para tener una actitud única de toda la civilidad argentina”, expresaba Perón desde el balcón del local gastronómico, asegurando que se configuraba así la piedra angular para el consenso de los diferentes sectores de la sociedad argentina.
Tres días antes, el 17 de noviembre, Perón había aterrizado en Ezeiza con el acompañamiento de destacadas personalidades del ámbito político, sindical, artístico, religioso, cultural y deportivo. De este modo, finalizaban casi 18 años de resistencia popular y se inauguraba un período marcado por la esperanza y la búsqueda incesante de un amplio consenso social para la recuperación y profundización democrática. ¿Punto de partida? Sí. ¿Punto de llegada? También.
El largo camino hacia el regreso
Si bien la historia es dialéctica, fluctuante, aparentemente infinita, hay determinados hechos históricos que marcaron la erosión de la dictadura instaurada con la “Revolución Libertadora” en 1955, signada por la proscripción del peronismo y una impronta fuertemente anticomunista.
El período que fue de Lonardi a Lanusse, pasando por Onganía, Levingston y hasta un veranito “semidemocrático” con Illia, nunca pudo consolidar sus raíces, pero sí puso a la Argentina bajo las garras del Fondo Monetario (FMI) y a merced del poder financiero internacional.
La acción sistemática de la militancia peronista y de izquierda, la resistencia obrera, estudiantil y guerrillera y la creciente crisis económica, construyeron la senda que traería de vuelta al líder de las y los trabajadores, configurando una victoria parcial del pueblo argentino.
El Cordobazo, un punto de inflexión
El 29 de mayo de 1969 se produjo un hecho que puso contra las cuerdas al gobierno de Juan Carlos Onganía: el Cordobazo.
Una insurrección obrero-estudiantil que estalló en las calles de Córdoba e hizo temblar los cimientos de la dictadura.
El posterior secuestro y asesinato de Aramburu por parte de Montoneros, terminó por dar el golpe de gracia que terminó con “el Onganiato”.
El general Levingston, quien expresaba a un sector nacionalista-desarrollista de las Fuerzas Armadas y era apoyado por un sector del radicalismo, tomó el poder. Detrás de su nombramiento estaba el General Alejandro Agustín Lanusse, verdadero hombre fuerte del gobierno militar. Sin embargo, la irrupción de las masas y la presión social por el llamado a elecciones hacen que la estadía de Levingston en la Casa Rosada sea breve.
En 1971, un nuevo levantamiento popular en Córdoba conocido como “El Viborazo”, precedido por fuertes protestas en varias provincias, y el creciente accionar de la guerrilla obligan a Lanusse a tomar las riendas del poder. Tras su asunción propone la creación del GAN (Gran Acuerdo Nacional), un pacto político que incluye un llamado a elecciones para 1973.
Con el GAN, se profundiza la disputa entre Juan Domingo Perón y Lanusse, quien pone en marcha una serie de artilugios para evitar el regreso de Perón al poder y busca instalarse a sí mismo como el principal candidato no peronista para llegar a la presidencia.
Un líder, dos proyectos
El regreso del General Perón cristalizó más que nunca la interna que anidaba al interior del Justicialismo.
Un sector más conservador, conformado por sectores del sindicalismo ortodoxo y dirigentes de la derecha peronista, pugnaba por eliminar del mapa político al sector encabezado por Montoneros y la Juventud Peronista.
Esta ala izquierda del peronismo veía en la vuelta del líder la posibilidad de que éste encabezara un proceso revolucionario de liberación nacional, al calor de la revolución cubana y el ascenso de las luchas en Chile, con Allende a la cabeza, y otros países de la región.
Mientras que los conservadores planteaban una política moderada de acuerdo con sectores empresarios y pro imperialistas.
Más tarde, esas diferencias se materializarían en el segundo arribo de Perón al país, con un enfrentamiento entre facciones que dejará 13 muertos y 365 heridos en Ezeiza. La derecha encabezada por el sindicalismo ortodoxo, junto a servicios de inteligencia y sectores del ejército, serían los vencedores en la disputa.
Madura el desenlace con victoria popular
A fines de 1971, Perón nombra como su delegado personal a Héctor J. Cámpora, un hombre leal al exmandatario justicialista, y crea el frente Cívico de Liberación Nacional, la herramienta pensada para las futuras e inminentes elecciones.
Para los primeros meses del año 1972 se cristaliza el fracaso de la estrategia del GAN. Lanusse crea una cláusula para que Perón no pueda presentarse como candidato, pero a pesar de esta maniobra, el 17 de noviembre de 1972, tras 17 años de ausencia, el líder popular argentino regresa de Madrid y vuelve a pisar suelo argentino.
El General designa a Héctor José Cámpora como candidato del Frente Justicialista de Liberación Nacional (FREJULI), coalición encabezada por el Partido Justicialista, bajo la tutela del propio Perón.
El 11 de marzo de 1973 el FREJULI resulta elegido con el 49,6 % de los votos, bajo el eslogan de campaña “Cámpora al Gobierno, Perón al poder”, con la fórmula Cámpora-Solano Lima.
Así, tras 17 años de resistencia, el pueblo trabajador pone de manifiesto una vez más su capacidad transformadora y celebra la llegada al poder de un gobierno nacional y popular.
La militancia, cómo vanguardia de las masas movilizadas, corroe, debilita y derrota a la dictadura para recuperar la democracia y su proyecto emancipador.